Se acerca la celebración del Día de Muertos, fechas en las que las distintas culturas originarias de México, conservaron sus raíces y las mezclaron con las creencias católicas traídas por los viajantes españoles en el éxodo liderado por Hernán Cortés en México y Francisco Pizarro en Sudamérica.
Para los pueblos indígenas esas creencias sobre la posibilidad de trascender en el más allá en espíritu se mantienen hasta nuestros días, la posibilidad de entrar en el Mictlán y proseguir el camino ancestral es una creencia que perdura y se mezcla con la idea católica de que el alma una vez que se desprende del plano físico se encamina al paraíso o en caso contrario (cuando se ha sido una mala persona), se va al purgatorio.
Por esta razón las comunidades del Istmo de Tehuantepec en Oaxaca, no son ajenas a este tipo de ritos y asumen como propios lo que sus ancestros llevaban a cabo para celebrar la trascendencia de la vida a la muerte, pero ahora fusionado con la tradición católica de Todos los Santos, que lleva por nombre ‘Xandú’.
Dicha celebración suele estar organizada por las mujeres de las poblaciones que la llevan a cabo, las familias se preparan desde nueve días antes, en cada uno de los cuales se hace un rezo; al final, se reparte entre los asistentes comida típica de la región como el chocolate, pan, atole, además de mezcal y tabaco.
Según la creencia local, cuando sopla el frío bii yoxho (viento viejo) es la señal de que los muertos ya vienen desde el Paraíso. Ese camino según la tradición, toma tres meses, por lo que solo volverán a este plano terrenal, quienes fallecieron antes del mes de agosto, los que murieron después de ese mes, tendrán que esperar hasta el siguiente año.
Altares y comida para sus muertos
A diferencia de otras culturas, los zapotecas de la región del Istmo no acuden a los cementerios para recibir a sus muertos, los esperan en sus casas, adornadas con los altares propios de sus creencias, con hojas de plátano, flores, fruta y algunos alimentos, debajo del cual se deposita el resto de la ofrenda junto con las imágenes religiosas y los retratos de los familiares fallecidos.
Además, se construye una escalera de siete niveles, que se cubre con manteles y papel picado; en los sucesivos pisos se colocan flores, veladoras, incienso, tlayudas, mezcal, fruta y los alimentos preferidos de los difuntos, con una imagen religiosa en la cima y un extenso camino al frente, formado con más flores, frutas y veladoras.
Los días más importantes de la ceremonia son el 30 y 31 de octubre y el 1 de noviembre. En la primera noche se espera a las almas de los niños, mientas que en la segunda se recibe a los adultos.