El viento fresco de la mañana fue el preámbulo. Mujeres y hombres vibraban al ritmo de Guelaguetza, en la rotonda de la azucena desde donde se entonaba el himno de los oaxaqueños: “Dios Nunca Muere”, para dar paso a la octava de “Los Lunes del Cerro”,
Las notas musicales a la Diosa Centéotl daban inicio al homenaje racial más importante de América Latina y que congregó a más de 12 mil almas.
“A mi edad nunca pensé compartir con ustedes la grandeza que guarda mi cultura. Yo soy Centéotl desde que pise por primera vez el fresco de la tierra con mis pies descalzos, soy Centéotl desde que tome mi primer atole de maíz. Bienvenidos sean a esta fiesta grande los oaxaqueños, bienvenidos al corazón cultural de México”, fue el mensaje de Juana Hernández quien representó a la Diosa Cénteotl, Diosa del Maíz.
Entre faldas multicolor y ante el compás del rebozo llegó la China Oaxaqueña, aquella que no falta a las calendas y anuncia las fiestas. Entre cabellos trenzados las mujeres cargaban pesadas canastas con figuras de flores.
Entre flor de naranjo, los hombres y mujeres de la tierra de María Sabina llegaron al Auditorio Guelaguetza para bailar pausadamente. Los movimientos cadenciosos de las istmeñas de San Blas Atempa daban paso a la presentación de la fundación de este rincón tropical.
De los ovacionados, la delegación de la Heroica Ciudad de Tlaxiaco “El Paris Chiquito”. Con sombrero en lo alto y al son de la Canción Mixteca, el auditorio vibró y gritó con la garganta desgarrada: ¡arriba Oaxaca!.
Entre danza ceremonial, la Sierra Sur se hizo presente con San Agustín Loxicha. Marchando a pausado paso, las mujeres y hombres envueltos de blancos trajes representaron sus tradiciones y costumbres.
Ante la mirada atónita de propios y extraños, desde el Cerro del Zempoaltépetl, los jamás conquistados regresaron a la rotonda de la azucena; entre tepache y jorongo, el Rey Condoy se hizo presente con la presentación de Tamazulápam del Espíritu Santo.
Un éxito la Guelaguetza 2024, asegura Salomón Jara
En el palco principal el gobernador Salomón Jara y sus invitados especiales aplaudían a la Villa de Tututepec así como a las 15 delegaciones presentes. Con jarabes a la fertilidad y en honor a las ánimas del purgatorio, los habitantes de la costa bailaron y arrancaron aplausos.
Al ritmo de las marimbas, San Lucas Ojitlán de la Cuenca del Papaloapan, bailaba luciendo sus huipiles con estampas de flores y colores vivos.
Al ritmo de violín, la mujer de Santo Tomás Ocotepec hizo vibrar la rotonda de la azucena al encontrar la aguja entre el público, pero con los ojos vendados. Recientemente la danza fue declarada patrimonio cultural e inmaterial de Oaxaca.
“¡Ya estamos de nuevo aquí como cada año lo hacemos, en la octava del lunes del cerro, Tuxtepec está presente”, resonaba en el Auditorio Guelaguetza mientras el vibrar de los corazones se hacía presente.
Entre ovaciones, la muchacha de Ojitlán y la de Ixcatlán bailaban al compás de las notas musicales: flor de piña, de las más aplaudidas y las más emblemáticas de Oaxaca.
Con la falda que rompe el viento, llegó San Vicente Coatlán de la Sierra Sur con su jarabe chenteño. Entre vestuario multicolor y bordado en el pecho, los sones de la culebra arrancaron aplausos al Auditorio Guelaguetza.
Al son de chilena, la fiesta solteca se hizo presente. Con hierbita en espalda y al ritmo de zopilote y toro, las danzas y juegos cautivaron a los visitantes.