La tradición que une el sincretismo de las creencias prehispánicas con las católicas tiene múltiples representaciones en México y una de las principales creencias y leyendas que han sido compartidas por generaciones enteras, es la del origen de dónde provienen los muertos en su largo camino rumbo a su encuentro con sus familias entre el 28 de octubre y el 2 de noviembre.
El 2 de noviembre es uno de los días más representativos en nuestro país con relevancia en casi todos los rincones del mundo y con todo tipo de representaciones que le dan un toque mágico y místico que es un imán para visitantes nacionales y extranjeros, nos referimos al Día de Todos los Santos o el Día de Muertos.
Es un hecho que cuando evocamos el Día de Muertos nos viene a la cabeza sensaciones encontradas, por un lado el recuerdo muy sentido de la gente que no está ya con nosotros y por el otro lado, la festividad encarnada en la comida, los ritos, la fiesta, los arreglos de flores de cempasúchil, las velas encendidas, el olor a incienso, la música de mariachi o de banda y el recuerdo alegre de quienes se adelantaron en el camino.
En este sentido, la leyenda prehispánica que le da origen al Día de Muertos, tiene gran significado para los pueblos originarios y es el motivo por el que cada 2 de noviembre, la fiesta de recuerdo se traslada a las casas y a los camposantos.
El Día de Muertos tiene su origen en el Mictlán, el lugar del descanso eterno para los mexicas, el inframundo que abre sus puertas para el regreso de las animas cada 2 de noviembre.
La leyenda mexicana del Mictlán comienza cuando los dioses creadores Huitzilopochtli y Quetzalcóatl dieron vida a Mictlantecuhtli y Mictlancihuatl, señor y señora de la muerte, quienes decidirán el destino de cada uno de los visitantes de acuerdo con la manera en la que murieron.
El Mictlán está gobernado por el Dios de la muerte, Mictlantecutli y la diosa Mictlancihuatl, es el lugar al que van las animas en su descanso eterno y representa para los pueblos indígenas la dualidad entre la vida y la muerte, muy distinta al camino sombrío de la religión católica que llegó con los españoles en la época de la conquista.
Los niveles para trascender
La trascendencia entre la vida y la muerte para los pueblos indígenas, representaba un largo camino por nueve niveles descendientes en forma vertical que trascienden en el tiempo y en el espacio, es por ello que se dice que para iniciar el camino se debía lanzarse de cabeza.
Antes de llegar a las puertas del Mictlán, como decíamos, se deben atravesar nueve niveles, mismos que representan desafíos que toda alma debe superar para tener el honor del descanso eterno, una vez que los dioses aprueban el camino sinuoso y les dan el descanso eterno.
De acuerdo con las creencias, el Mictlán no es el único lugar a donde van las animas en su recorrido al inframundo, existen otros tres sitios dependiendo de la forma en la que se fallece.
El chichihuacuauhco, que es el sitio al que se van los niños, un lugar en el que existe un gran árbol que los alimenta mientras llega el momento en que nazcan de nueva cuenta.
El Tlalocan, es el reino dominado por Tláloc, al que llegan quienes perdieron la vida por un suceso relacionado con el agua.
Y finalmente, el Tonatiuh Ilhuícatl que es el cielo regido por el dios Sol y es el último lugar de descanso de los guerreros, sacrificados en tributo, además de las mujeres que fallecieron durante el parto.