Los últimos días de octubre y los primeros de noviembre, traen noches distintas, entre los colores naranja, amarillo, la convivencia de calabazas y calaveras, las velas y los inciensos y los relatos sobre hechos sobrenaturales y las tradiciones muy mexicanas que involucran el rito de festejar a la muerte, son las noches de Halloween y de Día de Muertos que se fusionan en nuestro país.
Recordemos que México es un crisol de tradiciones y costumbres que han tenido raíz aquí y además, se ha apropiado de otras tradiciones que existen en otros lugares del mundo como en los Estados Unidos, quienes festejan la noche de brujas, conocida como Halloween y un par de días después se abren los hogares para recibir a nuestros muertos.
En este contexto, la sociedad mexicana se ha vuelto fan de conocer lo relativo a las leyendas y relatos sobre hechos que impliquen fantasmas, monstruos, seres sobrenaturales, tanto de origen extranjero como en nuestro país y por ello, somos seguidores y nos agrada saber sobre la Llorona, los nahuales, los chaneques, duendes, hadas, brujas, fantasmas, muñecos poseídos entre otros más.
Una de esas leyendas es la del Charro Negro, muy arraigada en nuestro país y con distintas formas de contar entre los pueblos que componen a México, principalmente porque existe la creencia que el jinete y su caballo permanecen rondando los campos y montañas de los pueblitos de nuestro país.
El charro negro
La leyenda indica que el charro negro es un jinete que alguna vez fue humano y que por su ambición desmedida está pagando una deuda con el más allá, por lo que perdura entre el mundo de los vivos y de los muertos.
El jinete además tiene un trabajo, ser el cobrador de las deudas que los mortales tienen con el diablo, ya que él en su infinita ambición trató de engañar al diablo y su castigo fue mantenerse con un aspecto fantasmagórico y acercarse a los deudores que tienen pacto con el diablo.
El mote de charro negro proviene de su atuendo, ya que quienes aseguran hacerlo visto cuando el sol se ponen y llega la noche en el campo, lo identifican como un jinete muy elegante, vestido de charro en color negro, no se le ve el rostro y su caballo es del mismo color con fuego en los ojos que no les permite ver el rostro del animal, ya que se siente que la muerte es quien los está vigilando.
Las presas del charro negro, suelen ser personas o viajeros solitarios que no alcanzan a llegar a los poblados y tienen que pasar una parte de su camino entre penumbras, se dice que solo ataca a los hombres y mujeres solitarios por qué los invade el miedo y son más susceptibles a tomar malas decisiones.
Cuenta le leyenda que el charro nació en una cuna muy pobre, su familia no contaba con los recursos necesarios para poder sobrevivir y a él le disgustaba mucho esa situación, ahorraba para comprarse ropas y verse como un catrín, porque no le agradaba que lo vieran en harapos o con los zapatos rotos, pero no podía salir de su pobreza.
Cansado de esa situación un día decidió invocar al diablo y hacer un trato con él, el demonio apareció y aceptó el trato con el joven, con una condición, que a cambio de las riquezas que él deseaba, el diablo obtendría si alma cuando muriera para pagar su deuda en la eternidad.
La juventud y las ganas de tener lo que nunca tuvo, pudieron más que la razón y aceptó el trato, por lo que de un día para otro comenzó a gozar de las mieles de la abundancia, dinero, mujeres, vino, propiedades, terrenos, campos de siembra, joyas, autos, todo lo que quiso.
Sin embargo, esa situación con el paso del tiempo lo hizo convertirse en un hombre solitario, ya que nadie lo quería por lo que era sino por su dinero, y al verse cerca de la muerte no hallaba paz para su corazón.
El diablo entonces apareció para cobrar la deuda pendiente, el jinete se asustó y no quiso pagar la deuda, por lo que un día por la noche salió con su caballo azabache y una bolsa con monedas de oro para escapar y alejarse del demonio, lo que no sabía es que el diablo ya lo esperaba en la montaña y cuando se acercó a él para reclamar lo que era suyo, su fiel corcel atacó con furia al acreedor con tanta vehemencia que el diablo castigó al caballo junto con el deudor.
El jinete fue castigado con la extinción de su cuerpo para que solo quedarán los huesos, mientras que su caballo fue condenado junto con él hasta el final de los tiempos, aunque con una salvedad, el hombre podría quitarse del castigo y morir en paz, siempre y cuando otra persona tomara su lugar a través de la obtención de la bolsa de monedas de oro para cambiarlas por su alma.
Desde entonces, el jinete vaga por las zonas solitarias y se le aparece a los viajeros con la esperanza de que algún día alguien, sea tan ambicioso como él y cambie su alma por la bolsa llena de monedas.